CLÍNICA CLÍNICA PSICOLÓGICA

CLÍNICA DE TRATAMIENTO PARA LA MUJER Y SU FAMILIA

MORIR PARA APRENDER A VIVIR

 

MORIR PARA APRENDER A VIVIR


El término Muerte es un concepto que perturba la tranquilidad de la mayoría de las personas. Incluso, a pesar de ser un concepto abstracto, la mayoría de las culturas le han dado una identidad propia, la materializan de tal forma que llega a ser de carácter innombrable o bien, de carácter festivo y familiar. Sin embargo, a pesar de que se tenga cierta relación estrecha con este concepto, no se considera como parte de la vida, sino su antagónico. Culturalmente, la muerte es una fase que se quisiera evitar, hasta el punto de encontrar diversas ideologías que perpetúan la vida más allá de la muerte, que prometen paraísos terrenales o celestiales; además de ser considerada como un enemigo y no como una consejera. Consejera al recordarnos que nuestro paso por esta vida es efímero, que sólo llegamos a habitar esta Tierra por un periodo muy corto de tiempo, tiempo que malgastamos en la ofensa, en la injusticia, en el rencor, en el resentimiento, en la envidia, en los celos, en la apatía, en el berrinche, en la lastima y en el sufrimiento. Sin embargo, este tipo de conductas llegan a formar parte de nuestro modo de vida, y el sufrimiento el estandarte de esta vida. Incluso, nos comprometemos tanto con el papel de víctima que decidimos jugar, buscando siempre culpables, que hacemos y maquinamos todo, consciente o inconscientemente, para nunca parar de sufrir. Y con este sufrimiento es con el que enseñamos a las nuevas generaciones, las cuales lo vuelven a adoptar como la única manera de vivir hasta formar una cadena transgeneracional que arrastre por varias generaciones este deseo afanoso por sufrir. Así que para morir para aprender a vivir, se debe renunciar a aquella estructura de personalidad tan arraigada que se gestó desde mi concepción. Sin embargo, el hecho de darse cuenta de estas creencias que se deben modificar no es un trabajo individual, se necesita de un factor externo que pueda describirnos aquella parte que no alcanzamos o no queremos ver. Se trata de morir o matar aquella parte de mí que no me permite avanzar hacia un encuentro con lo que realmente soy, con esa parte obscura que no quiero ver; se trata de renunciar a aquello que me lastima y a lo cual ya me volví adicto. Morir en esa vida de sufrimiento para poder priorizarme, para poder terminar todo aquello que dejé inconcluso, para soltar aquellas cargas que no me permiten avanzar, dejar de cumplir todas aquellas expectativas ajenas que no me corresponden. No obstante, dejar esa vieja personalidad requiere esfuerzo, trabajo personal, renuncias, dolor y quizá no se quiera pasar por el proceso que eso requiere. Y finalmente, cada una de las decisiones que tomemos traerán resultados, y cuando estos lleguen sólo nos quedará hacernos responsables de los mismo, sin culpar, sin señalar.

(Alma Stéphanie Barbosa Aguilar).

 

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