EL CÍRCULO VICIOSO ENTRE EL SER VÍCTIMA Y VICTIMARIO
Se dice que la queja es la falta de habilidades ante una situación dada.
Cuando la persona se encuentra ante una problemática, el acto más recurrente es
la queja, puesto que esto nos permite deslindarnos de la responsabilidad, y de
esta manera, encontrar el culpable de aquello que yo no fui capaz de resolver.
Por lo tanto, a lo largo del tiempo, es más sencillo adoptar una postura de
víctima, de queja, que enfrentar el problema presente.
Si desde los primeros años de vida, el sujeto no se ve sometido a pruebas
de tipo físico, mental y emocional por parte de sus primeros cuidadores y
maestros, el individuo crecerá limitado, con un retraso en su desarrollo que es
evidente al momento de tener que darle solución a un problema. Se adopta una
postura frágil, fácil de romper, de quebrar ante el más mínimo testereo, ante
la más sencilla prueba de realidad. Este tipo de postura permite a la persona
que la adopta, no hacerse responsable por nada y tener de manera casi
inmediata, alguien que le resuelva, alguien que asuma la responsabilidad de lo
que aquel no quiso afrontar. Así, la víctima se resguarda en una zona de
confort en donde sólo juega el papel de observador; permite de esta manera que
alguien más tome el control de su vida. Y ese control se ejerce en los tres
ámbitos que nos conforman como ser biopsicosocial (emocional, físico y mental).
Sin embargo, podría creerse que las personas que adoptan esta postura endeble,
sufren, pero pasa todo lo contrario. Muchos creerían que las personas que son
víctimas de maltrato o de cualquier otro tipo de abuso, sufren; no obstante,
ellas permiten que esto suceda gracias al dominio que pueden llegar a ejercer
sobre aquellos que creen que las maltratan: a parte de los beneficios que esta
postura representa; sin mencionar que existen a nivel neurológico toda una
serie de reacciones químicas que desatan la segregación de sustancias que a lo
largo del tiempo generan cierta adicción en el individuo, y de esta manera,
también se genera adicción a ciertos estados de ánimo como la depresión.
Es decir, la víctima domina con su sumisión, a pesar de parecer inofensiva,
es la manera ideal de obtener la atención y los cuidados del otro. La víctima
pareciera que no pide nada a cambio, que es capaz de sacrificar su vida por
“amor”, sin embargo, con el paso del tiempo, lo que ella reclama es la misma
atención que ella dio, llenado de culpa y reproche a los que la acompañan.
Puede parecer sumiso, permisivo, incluso atento, sin saber que por debajo, nos
arrastran hacia su misma condición, y si alguna vez queremos salir de esa
opresión, caemos en la realidad de que nuestra libertad nos ha sido arrebata de
manera sutil y nos encontramos en estado crítico, sin habilidades y habiendo
creado una codependencia inamovible. Finalmente, quien se creía la víctima,
jugaba al mismo tiempo el papel de victimario, que movía los hilos de manera
casi imperceptible y de manera inofensiva, que mantuvo en cautiverio a todos
aquellos que algún día se creyeron sus opresores.
Ahora bien, ¿cuál es el papel que tú juegas?
(Lic. Stéphanie Barbosa)
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