TRASTORNO DE IDENTIDAD DE GÉNERO
Según el Manual MSD,
versión para el público en general,…
“La disforia de
género comporta un sentimiento intenso y persistente de que el sexo
anatómico de un individuo no encaja con la percepción que tiene de sí mismo
como masculino, femenino, mixto, neutro u otro (identidad sexual). Este
sentimiento de desajuste hace que la persona experimente una angustia
significativa o menoscaba en gran medida su capacidad para desenvolverse.
La transexualidad es la forma más extrema de la disforia de género”.
La mayoría de las personas con un trastorno de
identidad de género, suelen sentirse atrapadas en un cuerpo ajeno a su persona,
es decir, una mujer atrapada en el cuerpo de un varón o viceversa. Asimismo,
suelen realizar actividades propias del género al cual piensan pertenecer, así
como adquirir productos de uso personal bajo el mismo enfoque, se creen
víctimas de un error de la naturaleza. Y no se considera trastorno a menos que
cause angustia significativa o afecte la capacidad de la persona para llevar a
cabo sus actividades cotidianas de manera regular durante seis meses o más. La
angustia suele ser una combinación de
ansiedad, depresión e irritabilidad.
Según este manual, estos son los síntomas de
disforia de género que suelen aparecer entre los 2 y los 3 años de edad:
·
Prefieren
vestirse como el otro sexo
·
Insisten
en que pertenecen al otro sexo
·
Desearían
despertarse siendo del otro sexo
·
Prefieren
participar en juegos y actividades asociadas al otro sexo
·
Tienen
sentimientos negativos sobre sus genitales
O bien, en adultos:
Ø
Pueden ser
primero travestís o no llegar a reconocer su identificación con otro sexo hasta
una edad más avanzada.
Ø
Casarse o
ejercer profesiones típicamente masculinas para rechazar el deseo de querer
pertenecer al otro sexo.
Ø
Experimentan
ansiedad, depresión o conducta suicida por la aceptación de la familia o la
sociedad.
Ø Una vez que aceptan estos sentimientos, recurren a la terapia hormonal o reasignación de sexo.
Finalmente, la desinformación de este tipo de
alteraciones a nivel emocional pero también cognitivo y físico en el individuo,
nos lleva a adoptar conductas de rechazo social, que repercuten en la inserción
social de aquel que lo experimenta, sintiéndose en un callejón sin salida. Hace
poco, conocí un caso en el que una chica pasó la mayor parte de su adolescencia
pensando cómo decirle a su familia que quizá le gustaban las chicas, hasta que
hace aproximadamente diez años se dio cuenta de que ya no podía más. Actualmente,
vive con su novia y su hijastro, llevan una vida como cualquier otra y se
deshizo de esa carga emocional que la esclavizó por tanto tiempo.
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